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Sobre Antonio Miranda
 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

ROBERTO ROSCHELLA

( Argentina )

 

Nasceu em Buenos Aires, em 1930.

 

TEXTOS EN ESPAÑOL – TEXTOS EM PORTUGUÊS

 

BARATARIA  Revista de Poesia.  Ano 7  Número Doble 14 - 15.  Buenos Aires: Fondo Cultura BA, Junio 2005.  ISSN 1668-1460
Ex. bibl. de Antonio Miranda 

 

"El equipaje erudito no estorbará los vuelos líricos, por el contrario
llegará a ser un aliento para sus intuiciones y un impulso para elegir
la sabiduría de saber cantar como poeta.  (…) Expresa los claroscuros
de diversas formas, con palabras diferentes, como si se tratara de
montajes cinematográficos. "Entre tanto cadáver sobre cadáver  […]
un pecho de miel, / un pecho cerca. Hasta llegar a ser , / floreceremos, muchas veces
." [Poema de la piedad, Apóstol, IX)           
Susana Fernandez Sachaos

 

              POEMA DE LA PIEDAD, VIII – Apóstol


Estoy comiendo. Han terminado las melodías.
Mi serenísima piedad, para que sirve.
Desde tu terraza tu cueva tu colina,
entre blusas saladas, bebido, roto,
rural o pescando o con el ala temporal,
reguero de ojos calientes.
Se vuelve tinaja, luz, bolsa de piedra.
Pánico marino. Matarife.  Tiene palo en la pierna.
Dorme sobre las murallas grises.
(Los oficios están condenados.
Todo lo que me hierve, trae. La cera diurna,
las viudas muertas, los lentos carros inclinados,
las hermosas y destrozadas astas,
los monumentos enfermos,
los días claros y padecidos.

El chaleco insular está colgado.
Se lleva las lámparas y con ellas
derrama lo enunciado,
reconoce las bajezas.
Pelo ecuatorial. Narrador. Gaviotero.

De Malditos los gallos

              EL MEDIODÍA SUBE ATERRADOR

              El mediodía sube aterrador:
el sol se ha acercado a la tierra.
Sin embargo, no es la edad de oro.

He amado tanto, he odiado tanto
en partes íntimamente iguales —
he odiado tanto a quien decía
que me amaba — y entre el amor suyo
y el odio mío había una penumbra
de absurda fidelidad, un modo
de destrucción, noble, cruel…

El sol, el sol… la milenaria ofensa
entrecierra mis ojos y mi mente.
Me dan ganas de apretar el puño
como Vianni Fucci…

Porque siempre hay un río
de azarosa línea, un campo saturado
de inquieto magma, una inesperada
inclinación del continente. Siempre hay
archivos, bulas, mapas irreales,
restaurados mapas, negros libros de salmos
en manos de capellanes, como tinieblas
inscriptas desde el primer fin del mundo.
Demasiado infierno, demasiada sombra.

                                    De Tímida hierba de agosto

 


PRELUDIOS

I

             Ésta es la casa sin ti, ahora,
lejana, siempre emigrante.
Ésta es mi letra de miope
clausurado, que busca la palabra
primera, la confesión de arte
y de la vida, el relato de sí misma
en el destino de los hombres
vencidos — nunca derrotados,
como decía el amado viejo
de Hemingway —, la palabra
de claridad y resistencia,
anhelante desde aquel pecho
oscuro y silencioso de la juventud,
cuando las calles de la ciudad
estaban a mi alma  con los tangos
rabiosos de dolor, y los veranos
pasaban sin piedad y sin presencia.
Ésta es la casa, como una luz
entre las plantas, casa, ya no
palabra, casa encontrada.

II

No hay luciérnagas en el patio,
pero la luz abarca lentamente
todo el arco de la casa profunda,
y es por momentos el delirio
del verde irisado como un enrome
ojo en el cuerpo de piedra,
otra vez el pensamiento
de las plantas que no parecen
conocer otoño, forma incierta
de vejez acaso, más allá
de destrucción y caos, más allá
de miseria, el pensamiento mismo
del otoño y su melancolía,
del otoño y su libertad,
del otoño que nace soberbio,
deseo de amor, deseo de ti.

                      (De La casa encontrada)           

 

 

TEXTOS EM PORTUGUÊS
Tradução de ANTONIO MIRANDA


POEMA DA PIEDADE, VIII – Apóstolo


Estou comendo. Terminaram  as melodias.
Minha sereníssima piedade, para que serve.
Desde o teu terraço tua caverna tua colina,
entre blusas salgadas, bebido, roto,
rural ou pescando ou com a ala temporal,
trilha de olhos acesos.
Transforma-se em jarra, luz, bolsa de pedra.
Pânico marinho.
Matarife. Tem palo na pierna.
Dorme sobre as muralhas cinzentas.
(Os ofícios estão condenados.
Tudo o que me ferve, trai. A cera diurna,
as viúvas mortas, os lentos carros inclinados,
os formosos e destroçados chifres,
os monumentos enfermos,
os dias claros e sofredores.

O chaleco insular está pendurado.
Levam as lâmpadas e com eles
derrama o enunciado,
reconhece as baixezas.
Pelo equatorial. Narrador. Gaivota.

De Malditos los gallos

              O MEIO DÍA SOBE ATERRADOR

              O meio dia cresce aterrador:
o sol aproximou-se da terra.
No entanto, não é a idade de ouro.

Eu amei tanto, odiei tanto
em partes intimamente iguais —
odiei tanto quem dizia
que me amava — e entre o seu amor
e o meu ódio havia uma penumbra
de absurda fidelidade, um jeito
de destruição, nobre, cruel…

O sol, o sol… a milenar ofensa
zarolha meus olhos e minha mente.
Me dá vontade de apertar o pulso
como Vianni Fucci…

Porque sempre tem um rio
de azarenta linha, um campo saturado
de inquieto magma, uma inesperada
inclinação do continente. Sempre tem
arquivos, bulas, mapas irreais,
restaurados mapas, negros livros de salmos
em mãos de capelães, como trevas
inscritas desde o primeiro fim do mundo.
Demasiado inferno, demasiada sombra.

                                    De Tímida hierba de agosto

 


PRELÚDIOS

I

             Esta é a casa sem você, agora,
distante, sempre emigrante.
Esta é minha letra de míope
clausurado, que busca a palavra
primeira, a confissão de arte
e da vida, o relato de si misma
no destino dos homens
vencidos — nunca derrotados,
como dizía o amado velho
do Hemingway —, a palavra
de claridade e resistência,
ansioso desde aquele peito
escuro e silencioso da juventude,
quando as ruas da cidade
estavam em minha alma com os tangos
raivosos de dor, e os verões
passavam sem piedade e sem presença.
Esta é a casa, como uma luz
entre as plantas, casa, não mais
palavra, casa encontrada.

II

Sem vaga-lumes pelo pátio,
mas a luz abarca lentamente
todo o arco da casa profunda,
e é por instantes o delirio
do verde iridiscente como um enorme
olho no corpo de pedra,
outra vez o pensamento
das plantas que parecem
não conhecer o outono, forma incerta
de velhice acaso, além
de destruição e cáos, além
de miséria, o pensamento mesmo
do outono e sua melancolia,
do outono e sua liberdade,
do outono que nasce soberbo,
desejo de amor, desejo de ti.

                      (De La casa encontrada)           

 

 

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Página publicada em fevereiro de 2023  

 

 

 
 
 
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